martes, 28 de febrero de 2012

Es una historia larga, extraña y complicada que nunca me explicaron bien, y que nunca terminé de entender. Siempre fui atando cabos sueltos, reuniendo pistas, intentando armar el rompecabezas para saber de qué se trataba. Hoy creo entender un poco de todo esto, pero me hubiera gustado que me lo hayan explicado cuando era más chica, para saber quién eras vos, como eran las cosas, y la importancia que tenías en mi vida. Jamás en la vida te llamé ABUELO personalmente, pero siempre supe que lo eras, y cuando me refiero a vos con otras personas siempre te nombro así. Me hubiera gustado poder hacerlo aunque sea una sola vez, para que lo escuches de mi boca. Pero siempre te llamé 'Pascui'. No tengo muchos recuerdos como por ahí pueden tener otras personas, porque siempre fui las más chica, pero los únicos recuerdos que llevo conmigo son buenos. Nunca pude entender tu idioma mitad italiano y mitad castellano, y siempre por ese motivo evitaba hablarte demaciado y la miraba a mamá con cara de ¿qué carancho me está diciendo? en busca de una traducción simple y rápida, para poder contestarte rápido y disimuladamente. Casi siempre te decía a todo que sí, hasta que me daba cuenta de que en realidad me estabas preguntando algo, y ahí intentaba decifrar, decifraba porque siempre me preguntabas lo mismo, por el colegio, si estaba estudiando, qué habia comido, por mamá, por la abuela, por mis hermanos... Muy vagamente, pero me acuerdo de esos días que venías manejando el 128 que ahora tiene Esteban, con ese llaverito con forma de enanito tan tuyo. Todos los domingos para hacer los fideos. Vos traias la masa y acá la estirábamos y la pasábamos por la máquina para hacer los fideos, y también nos traias la botella de esa salsa tan rica. Eran los fideos más ricos que nunca más comi, caseritos y hechos por vos. Ya después traias la masa y con mamá nos encargábamos. También esos salamines caseros que colgabamos en la terraza para que se sequen, medios picantones, pero también los más ricos que comí en mi vida. Cada vez que te ibas sacabas del bolsillo de la camisa una inmensa cantidad de papeles y papelitos, y tus anteojos buscando el número del remis. Siempre entre ese manojo de papeles tenías algún dólar dando vueltas que iba a parar a mi alcancía, y así es como empecé a ahorrar. Tenías siempre esa campera con ese olor tan peculiar, tan tuyo. Siempre me dabas un abrazo bien fuerte, me agarrabas de la oreja y me decías que estudie y que me porte bien. No viniste más a casa y te fui a ver pocas veces, pero siempre que fuimos nos ofrecias cosas, si queríamos comer algo, si queríamos café. Esa casita con esa escalera llena de uvas que siempre nos llevábamos, esa casita llena de gatitos dando vueltas por todos lados, de plantitas con tomates con ajíes, los fideos secándose en un palo apoyado entre los respaldos de las sillas, esa casa tan llena de cosas que siempre algo nos traíamos. No me acuerdo muy bien de la última vez que te fui a ver, estabas muy flaquito, quietito y sentado, siempre hablando ese idioma medio extraño para mi. Se te llenaban los ojitos de lágrimas. Creo que prefiero recordarte así, con todas esas cosas que hoy recordé, con todos esos momentos que si bien no los tengo muy frescos se que pasaron, se que estuvieron y se que me van a sacar una sonrisa. Creo que el no haber estado acá este Sábado que te nos fuiste fue mejor para mi, porque nunca pasé por una situación así, y no me hubiera gustado llevarme esa última imágen tuya. Mamá dice que no la esperaste, pero creo que ni vos ni Dios lo quisieron, porque es mejor así. Creo que hubiera sido muy duro para ella verte como estabas, verte donde estabas. Creo que es mejor que se quede con ese último recuerdo tuyo que aunque no estabas diez puntos, estabas. Quizá no se perdone el no haberte ido a ver cuando tuvo ganas, yo no creo en el destino y esas cosas, pero creo que fue mejor de la manera que ocurrió. Yo no hubiera sabido que hacer, y no me hubiera gustado ver a todos llorar. Jamás vi llorar a la abuela Neca, hasta ayer cuando se acordó de ese día. Siempre fue media agreta con vos, pero ella es así, y es un sol. No se lo que habrá sentido Esteban que fue el que más tiempo estuvo con vos de los tres, y el que siempre tuvo una relación especial con los abuelos porque fue el primer nieto de nosotros tres. Como lo fue con el abu Juan Carlos que ni Adry ni yo tuvimos la suerte de conocer. Esteban que se quedó con tu auto y lo arregló para usarlo, ese auto que adentro tiene ese olor tuyo, y ese día te llevó un farolito y te lo dejo junto con las flores. No, no me hubiera gustado estar ahí. Siempre me hubiera gustado llamarte ABUELO. Siempre me hubiera gustado tener esos abuelitos que se ven en las películas, que están siempre juntos, que te traen golosinas, que te defienden, te miman y te dejan sentarse en su regaso. Pero Dios no quiso eso para mí, tengo una abuela que para mi, no es mi abuela, y por más de que alguna vez la haya llamado así, para mi es menos abuela que vos al que nunca te llamé de esa forma. Un abuelo que nunca conocí, y me hubiera encantado hacerlo por las historias que cuenta papá, y por su descripción de lo buen tipo que era. Una abuela que es un sol, mi abu Neca, o abu Veca como la bautizó ahora el peque, la que estuvo siempre y a la que amo con todo mi ser. Que siempre se preocupa y pregunta por nosotros, y a la que le hago una escenita si pasa mucho tiempo sin venir a casa. De la que me siento culpable de haberme olvidado ayer que era su cumpleaños, y tuvo que mirarme y decirmelo... Es que con la vuelta de las vacaciones y la noticia de repente, me olvidé... Pero enseguida corrí a darle un beso y un abrazo. Y bueno, y vos... y vos, que aunque nunca te pude decir abuelo, es lo que sos, y te voy a llevar siempre, pero siempre en mi corazón.